El color es producto de las longitudes de onda que son reflejadas o absorbidas por la superficie de un objeto.
Cuando observamos un color, en ocasiones, nos percatamos de que su tono varía, en función de la iluminación y de los objetos que rodean a éste. La iluminación cambia el color debido a que el color está en la luz. Nuestra retina es sensibilizada por esas longitudes de onda y ese estímulo es posteriormente comunicado al córtex, la parte del cerebro que nos permite distinguir un color de otro.
Consideramos el poder de absorción del material
como el color propio de su cuerpo, y la composición espectral de un haz de luz
como su color luminoso. Aunque la absorción sólo es una cualidad latente y los
rayos de luz sólo son sus transmisores de información. El color sólo es
sensación de color, producto del órgano de la vista.
El ojo cuenta con tres tipos de células visuales, que rigen tres
tipos diferentes de sensaciones, correspondientes a los colores primarios azul
(azul violáceo), verde y rojo (rojo anaranjado). A partir de ellos se forma
para cada sensación de color un código de tres partes.
Le corresponden ocho colores elementales, dos
acromáticos (blanco y negro) y seis colores elementales cromáticos (amarillo,
magenta, cyan, azul, violeta, verde y rojo naranja). Los ocho colores
elementales son las ocho posibilidades indivisas de variación que resultan de
los tres colores primarios. Representan las sensaciones de color extremas que
el órgano de la vista es capaz de producir.
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